Todos en nuestra infancia jugamos con piedras y palos. Unos más que otros, pero todos lo hicimos en algún momento. Esos palos y esas piedras eran fáciles de conseguir, incluso en las calles de una ciudad, y se convirtieron, a fuerza de imaginación y según el deseo o la necesidad, en muchas cosas diferentes que nos ayudaban a pasar las tardes: jugar, pelearnos incluso, pero siempre soñar.
Y luego crecimos, y cuando lo hicimos, nos convertimos en arquitectas, diseñadores, ingenieros, maquetistas, científicas, albañiles, actrices, camioneros, cocineros… Y sí, intercambiamos esos palos y esas piedras por mapas, herramientas, diseños, ingredientes, vestuario. La imaginación convertida en realidad.
Con piedras y palos seguramente jugaron Alejandro, Julio César, Leonardo, Miguel Ángel y unos cuantos más. Fue con palos y piedras como aprendieron a cazar y sobrevivieron los primeros humanos, y así fue como evolucionaron a lo largo de millones de años hasta llegar aquí, donde, en la calle y en el campo, los niños, poco o mucho, siguen jugando con ellos.
Porque nunca se trató solo de piedras y palos.